En esta ocasión contamos con la inestimable ayuda de una colaboradora del proyecto, Ana Yi, que es consultora en comunicación para la conservación y ha trabajado para instituciones internacionales como el Global Landscapes Forum. Motivada por su interés en la conservación de cultivos locales, la agroecología y la seguridad alimentaria entrevistó a uno de nuestros colaboradores en el proyecto. A continuación transcribimos este interesantísimo artículo completo:
La temporada ideal para la siembra de habas se abre paso en Murcia. Ricas en fibra, ácido fólico y otros nutrientes, estas legumbres son la base principal de los platos más tradicionales de casas y restaurantes de la comunidad, como los Michirones.
Anteriormente, este potaje se hacía con las habas cuarentena, una variedad típica de la región; sin embargo, el impacto de la industria agrícola y de la demanda del mercado ha reducido la variedad de habas cultivadas. Muchas, simplemente, son conocidas como habas verdes.
Durante la última década, la producción de este cultivo en la Región de Murcia ha sufrido un descenso sostenido. De acuerdo a la Estadística Agraria Regional, en 2011, se producían habas verdes en aproximadamente 634 hectáreas; en 2018, la cifra apenas supera las 518. La tendencia negativa acecha al ingrediente más representativo de los michirones murcianos.
Aún así, el mayor problema de la huerta murciana no es una menor producción de sus cultivos característicos; sino, la pérdida de las especies, y cuando la biodiversidad está en riesgo, los valores culturales también.
Para entender la complejidad de la realidad agraria, entrevistamos a Ramón Navia, activista de la agroecología y la biodiversidad, agricultor ecológico e ingeniero agrónomo que asesora a agricultores en el campo de Cartagena, desde hace más de 20 años.
¿Cuál es la conexión entre la biodiversidad y la cultura agrícola?
La agricultura es una actividad ligada a la naturaleza. El ser humano depende de la naturaleza y de la biodiversidad para su subsistencia, salud y alimentación. Se estima que, a nivel global, las personas usamos unas 30 especies de alimentos y, de éstas, 5 a 6 componen la mitad de nuestra dieta; es decir, somos muy dependientes de pocas especies. Existen sin embargo, de 6.500 a 7.000 especies comestibles, por lo que estamos perdiendo cantidad de sabores y plantas beneficiosas para nuestra salud.
La biodiversidad de las especies cultivables mantienen los ciclos de la vida y la vida de nuestras tradiciones, entre ellas las gastronómicas. Aún más, una mayor variedad de especies significa nuevos sabores para seguir creando.
¿Cuál es la situación de la biodiversidad y los cultivos en la huerta murciana?
El modelo de producción y la forma de hacer agricultura intensiva están causando daños, que pueden ser irreversibles, en la huerta murciana y en áreas de mucha importancia biológica como el Mar Menor. La agricultura en Murcia, como en muchos otros lugares, utiliza insumos como los nitratos. Este producto de síntesis química genera mayor rendimiento y capacidad vegetativa; pero, a la vez, destruye la microfauna y microflora de los suelos, esa biodiversidad que existe bajo nuestros pies. De la mano de estas prácticas, están los monocultivos; es decir, cultivar un solo tipo de alimentos para estandarizar sus características, especializarse en el género y rentabilizar al máximo.
¿Cómo afecta esto al Mar Menor? Los nitratos no son retenidos por el suelo, tienen una alta solubilidad. Una vez que la planta toma la dosis de abono que necesita, el resto se queda en el subsuelo. Durante cada riego, los nitratos sobrantes no consumidos por las plantas llegan finalmente a los acuíferos y al Mar Menor, donde la biodiversidad y el ecosistema marino también son impactados.
¿Cuáles podrían ser las soluciones alternativas al modelo agroindustrial que se ha extendido en Murcia?
Lo primero es tener en cuenta que los problemas se solucionan buscando el origen real, no con medidas paliativas. Si la forma predominante de practicar la agricultura en la Comunidad es nociva para la tierra, para los agricultores, la diversidad y, además, impacta a otras áreas naturales, es necesario cambiarla. Podemos pensar en etapas de transición, pero debe ser reemplazada por soluciones sostenibles que encontramos en la naturaleza misma.
Si volvemos al caso de los nitratos como abono de suelos, en éstos existen especies que cumplen ese rol y que no generan residuos. Existen bacterias y otros microorganismos que toman el nitrógeno del ambiente, lo fijan en el suelo y las plantas, y lo usan como energía.
Otro ejemplo que puedo citar es el de una de las fincas que tengo en la diputación de Canteras. Me dediqué a desarrollar hace algunos años un modelo agroecológico, haciendo reforestación para tener un bosque primigenio. A medida que se generan condiciones para el aumento de diversidad biológica, las plagas desaparecen, hay mayor productividad y los cultivos tienen mejores propiedades nutricionales.
Sin embargo, aún con los beneficios que señalas, existen grupos de agricultores o empresas de cultivos agrícolas que consideran que este modelo no sería sostenible, sobre todo en términos económicos. ¿La agroecología es incompatible con la economía?
La agroecología es incompatible con los grandes depredadores de la tierra, con los negocios agroindustriales basados en monocultivos que no persiguen mayor objetivo que el lucro, incluso a costa de la justicia laboral, la biodiversidad y la cultura. Una producción agroecológica sostiene el rendimiento de la tierra, evita que los suelos se degraden en el corto plazo y reduce los costos de inyectar insumos químicos o depender de trasvases para aliviar el gran estrés hídrico.
Por ejemplo, en un sistema agroecológico como el bosque que ha crecido en mi finca, se ha generado también equilibrio alrededor: las aves insectívoras se alimentan de los insectos grandes, además ayudan a dispersar las semillas mientras comen frutos o bayas de arbustos. Otros grupos de insectos y acaros auxiliares que comen néctar y polen de flores ayudan a polinizar. En ese proceso, la biodiversidad favorece la reducción de plagas, mejora la fijación de nutrientes en los suelos y en los frutos, lo que significa menos costos de producción. A largo plazo, impide la degradación de los suelos, por lo que el pequeño agricultor no se ve en la necesidad de vender su tierra a menor precio o cambiar de actividad económica.
¿Cómo transformar un modelo agrícola fuertemente instalado?
Necesitamos hacer visible la situación de la huerta murciana y el Mar Menor, e involucrar a los pequeños agricultores en la toma de decisiones sobre nuestro territorio. Necesitamos trabajar en redes, intercambiando experiencias y alertas sobre lo que sucede en la comunidad.
También es importante movilizar las innovaciones técnicas que mejoren la productividad y sostengan los ecosistemas que tenemos en la huerta. Nuestros suelos hacen posible la variedad de cultivos que se pueden producir aquí.
Frente a la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, tenemos que priorizar los cultivos nativos, que se pueden adaptar a nuestras actuales condiciones climáticas y geográficas, y que requieran menos agua sin por ello dejar de ser rentables.
Los agricultores, los que tenemos una relación con la tierra en la que trabajamos, estamos interesados en poner mejores prácticas en marcha. El problema no es tan sólo perder buenos suelos o especies de cultivo, sino también está en riesgo la pérdida de nuestra relación con la agricultura o con tradiciones irreemplazables, como un plato de michirones hechos con las habas cuarentena.
Imagen de portada de Tamorlan – Trabajo propio, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=15013283
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